Coincidiendo con los periodos de crisis,
es cuando muchas empresas se paran y hacen balance de la situación
real, no me refiero a nivel contable, sino al acto de contrición y
examen de conciencia que hacen los propietarios de sus empresas.
Esto
es lo que ha sucedido esta pasada semana en mi despacho, en una visita
que la verdad, me ha hecho pensar mucho e incluso ha logrado que pase la
frontera de lo profesional a lo personal, al ver la situación y el
cariz emocional que ha tomado el asunto.
Lo triste del asunto es ver como
una empresa familiar que fue creada por el abuelo, un personaje
entrañable, emprendedor y luchador, que supo dar el relevo generacional y
actuó de forma correcta y eficiente, hasta el día de su jubilación que
culminó con el termino de la expansión de la empresa en todo el
archipiélago. Ha visto que debe acometer procedimiento concursal para
que los acreedores puedan cobrar, cerrar el 80% de sus oficinas y
liquidar todo el sueño del abuelo.
Esta empresa ha sufrido lo que
en economía podríamos denominar “El Efecto de la 3ª Generación”, no es
algo nuevo y ya se describía este efecto con otro nombre desde época de
los romanos, sin embargo es una realidad social de nuestros días.
Podemos
definir el efecto de la 3º generación como el resultado del relevo
generacional en el que tras la creación de una empresa, pasa de mano, al
hijo del emprendedor y culmina con el desembarco del nieto en la
gestión de la empresa. Se describen dos opciones:
El efecto POSITIVO, que es cuando este nieto toma las riendas y moderniza la compañía, y relanza la posición estratégica de la misma.
Y el efecto NEGATIVO
en el que esta tercera generación se encarga de cerrar y liquidar la
empresa. Unas veces por efectos propios y otras por defectos ajenos.
Unas veces por que el negocio se ha quedado obsoleto y deja de ser
negocio, y otras porque no se han adaptado a las exigencias del mercado.
Siempre
es un proceso traumático tener que cerrar una empresa pero muchas veces
es un mal menor necesario. Lo desgraciado es cuando este proceso se
realiza como consecuencia de la mala cabeza y el despilfarro por parte
de las generaciones posteriores.
Que se frustren los sueños e
ilusiones de los emprendedores por culpa de la mala cabeza de sus
descendientes es un trauma que difícilmente es aceptado por la primera
generación y que muchas veces da con el hundimiento psicológico de este.
Ver
como sus sueños e ilusiones se esfuman de la noche a la mañana por la
mala cabeza, es el resultado del poco valor y aprecio que estas segundas
y terceras generaciones hacen al esfuerzo que el emprendedor inició su
actividad. Ver todo hecho suele ser el motivo principal por el cual no
se valoran los logros y más tarde se derrocha sin dar importancia ni
valorar la fuente principal de ingresos.
Los datos estadísticos
son abrumadores, del total de las empresas que sufren un relevo
generacional, el 30% de las empresas sobreviven a la segunda generación,
y solo el 3% llegan a la cuarta.
De estos datos se desvela la
alta mortalidad de las empresas, y son esas que sobreviven las que
dependiendo del sector económico, el volumen y el perfil de los
propietarios hacen que esas empresas se asienten solventemente en un
estatus de solera y prestigio, que les puede dar un margen de maniobra
en tiempos de crisis si son capaces de saberse adaptar a los nuevos
tiempos.
Donde comienza el declive de la 3ª generación, donde
empezó el declive de la 2ª generación. Muchas veces suele ser por el
excesivo poder ejercido por la 1ª generación, por no delegar en los
demás, al llegar el relevo de la 2ª este está falto de experiencia.
Otras causas pueden ser por la situación económica, por el afán
emprendedor, las causas son múltiples pero los efectos perniciosos se
suelen dar dilatados en el tiempo. Y eso hace que se vea desde otra
perspectiva, y que no se tenga la dimensión y la importancia del
problema.
Solemos ver los casos de éxito personales como casos de
alegría colectiva con los años, pero según los datos estadísticos, no
reparamos en todos los sueños personales y profesionales que se quedan
por el camino. Historias personales que llenan unas estadísticas.
El
espíritu emprendedor no tiene edad, pero es un ruego personal y
profesional, el que las nuevas generaciones aprendan a valorar y
defender los valores de la familia y caer en la cuenta de que si somos
como somos y tenemos lo que tenemos es en la mayoría de los casos el
resultado de los que nuestros antecesores nos han aportado. Ya no solo
en lo material sino también en lo personal.
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